—¡En el bosque me enamoré de ti / en el bosque yo me voy
a morir! —cantaba un hincha de Gimnasia
y Esgrima de La Plata
colgado del alambrado. Estaba con el
torso al aire, era muy joven y en su omóplato se veía un lobo aullando a la
luna llena.
—¡¡Pero corré pendejo!! ¿No ves que a este jugador hay
que matarlo? —gritó a su lado y con voz ronca
un hombre pelado de más de sesenta años. Con las manos manchadas de nicotina estrujaba un piluso deshilachado.
—Uh señor… córtela un poco, ¡hay que
alentar viejo! Dalee loo, dale loo…
—Cortala las pelotas, hace todos
los pases mal, no corre, no define, es un perro.
—Pero pobre pibe, déjelo
tranquilo que se crió en el club —dijo el chico tocándose con orgullo el pecho.
—Ese no siente la azul y blanca,
¿vos viste la animalada que acaba de hacer ahí? —preguntó señalando el área chica de la cancha.
—¿Pero qué puede hacer? Si lo
dejan solo, todo el partido bardeando a los jugadores, insoportable, cállese la
boca por favor—contestó el pibe mientras escupía con bronca semillas de girasol.
—Un poco de respeto, a mi no me
callas pendejo eh, tendrás muchas pesas encima pero también mierda en la
cabeza, ¿cómo no los voy a putear si son
todos unos muertos? ¡No zafa uno!
—¿Y para qué vino? ¡Para eso se
hubiera quedado con su mujer mirándolo desde el sillón! Parece pincha...
—¿Qué me decís amargo? Nunca te
vi en esta ochava, ¿sabes los años de tablón que te faltan a vos, pendejo? ¿Ves este piluso? Lo usó mi viejo, que en paz
descanse, en la época del Expreso en el ´33 —el hombre se ponía cada vez más colorado.
—¿Y usted qué carajo sabe? Yo me
voy a todos lados con los pibes de la filial, no sabe los kilómetros que
recorrió este trapo —dijo el chico mientras agitaba una bandera con la inscripción: “Barrio San
Carlos”.
—Y yo también, hijo. Al lobo lo
sigo desde que nací, me conozco todas las canchas del país pero son una
vergüenza; uno paga la cuota como un boludo y mirá cómo te lo devuelven.
—Pará, mirá eso –ambos hacen
silencio-. Dale loco, pegále con la zurda gooooooooooooooooooooollllllll,
ginasiá, ginasiá!
—Goooooolll, vamos lobo carajo, ¡¡¡goooll!!!!.
Qué grande este pendejo. Qué jugador, yo te decía, mirá cómo la clavó en el
ángulo, ídolo, vení, disculpame querido. ¡Dame un abrazo!
—Bueno, bueno viejo, cálmese que
le va a agarrar un ataque al bobo.
*Este texto es un ejercicio del Taller de Crónica Periodística de la Universidad Orsai, a cargo de Josefina Licitra
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