El séptimo día me costó demasiado levantarme, la noche anterior habíamos cenado tarde y después me había ido al casino del hotel a jugar al póker. A mi pesar, la mesa online de Poker Texas Holdem estaba fuera de servicio. Me tuve que conformar con jugar en una versión de videojuegos y perdí al poco tiempo. Al otro día hice una broma a mi familia diciéndoles que había sacado full y ganado 100 pesos y lo mejor es que me creyeron.
No pude hacer mucha fiaca porque nos pasaba a buscar la combi de una empresa de turismo de Jujuy. Por esta única vez cambiamos el guía por uno local. Más puntual que los salteños con el guía llamado Héctor, fuimos a buscar a los demás pasajeros para hacer la excursión. Primero buscamos a dos señoras grandes y a una mujer más joven que era la hija de una. Luego, subió a la combi otra vez la familia de Vicente López. Los veíamos hasta en la sopa, desde el primer día hicimos la mayoría de las excursiones con ellos, pero sinceramente había “pica” entre los Selis y los Massi. O mejor dicho no había mucha comunicación, no eran muy simpáticos. El hombre era un fumador empedernido, la mujer era la única agradable pero bastante callada, no aportaba mucho. La hija de mi edad nos parecía un poco caprichosa, siempre reclamaba lo que no podía comprar y el hijo de veintipico era el típico “banana”. Rubio de pelo largo y ojos celestes, cada tres minutos se acomodaba el pelo. Rodete, media colita, colita o vincha. Insoportable, peor que una mina. Típico porteño que se quería hacer el gracioso y además se hacía el fotógrafo profesional (admito que la Nikon era envidiable). Voy al caso porque más adelante me van a entender.
La excursión consistió en recorrer la localidad de Yala, ubicada a 12 kilómetros de San Salvador de Jujuy. Este lugar surgió como una villa veraniega. Debido al sorprendente marco natural, Yala se encuentra en el Área de la Reserva de la Biósfera de las Yungas y alberga al Parque Provincial Potrero de Yala. El camino era demasiado sinuoso, con curvas muy cerradas y se necesitaba de un chofer experto. Visitamos las lagunas El Rodeo y El Comedero. El paisaje de la selva yunga vestida de blanco era impresionante. A lo alto de la montaña, predominaba el silencio. Solo se escuchaban caer las gotas de los copos de nieve de las ramas que se derretían con el sol. Mucha paz, tranquilidad, y el murmullo del agua que bajaba de la quebrada.
El guía quiso desviarse del camino turístico y llevarnos por un camino de la montaña a la casa de un señor poderoso que tenía un criadero de truchas. Según él, estaba fuera del itinerario de la empresa por lo que no debíamos decir nada pero iba a valer la pena por la gran vista que íbamos a ver desde allí. Después de unos kilómetros de recorrer entre la nieve un camino muy angosto que con poco margen pasaba la combi, llegamos al lugar recomendado. Efectivamente la vista era asombrosa. Veíamos los árboles nevados a la sombra y centímetros al lado las hojas verdes donde iluminaba el sol. Además vimos cómo las nubes estaban encajonadas en la quebrada. Todo iba a la perfección. Sin embargo, este desvío le jugó una mala pasada al chofer (en este caso Héctor era a la vez el chofer y el guía de la excursión).
El viaje de regreso a la ciudad fue de lo más silencioso. Cabizbajos, cada uno miraba un punto fijo en el paisaje y esperaba que el chofer pudiera llegar lo más rápido posible al hospital. Héctor que había sido de lo más charlatán a la ida, estaba callado, preocupado y llamaba a la coordinadora de la agencia. Finalmente llegamos al hospital de San Salvador y la atendieron rápido a la señora que ya se había calmado un poco y la coordinadora se quedó con ella. (Aclaración: pedimos que nos avisaran al hotel cuando hubiera novedades de la salud de la señora pero hasta ahora no recibimos señales).Luego de este infortunio que nos demandó unas horas, regresamos a la laguna del Yala y recorrimos las Termas de Reyes donde hay un prestigioso hotel.
A lo largo de este hermoso viaje disfruté de los paisajes y aprendí de las costumbres del norte argentino. Pero también reflexioné acerca de este lugar del país que está tan olvidado, ese que parece no verse.
Durante la Guerra de la Independencia Argentina, a inicios del siglo XIX el Ejército del Norte, fue el encargado de actuar bajo el mando, entre otros de Manuel Belgrano, en la región noroeste de la actual Replública Argentina y el Alto Perú (actual Bolivia), en donde se desarrolló uno de los principales frentes de batalla contra los realistas fieles a la corona de España. En este contexto, las provincias de Tucumán, Salta y Jujuy fueron uno de los principales baluartes encontrándose muchas veces en pleno frente de tal guerra. Cientos de batallas se libraron en estas provincias siendo las más importantes la Batalla de Tucumán, la Batalla de Salta y el éxodo jujeño que fue cuando Belgrano decidido a no dejar en manos del enemigo nada que le pudiese ser útil, ordenó a la población civil replegarse junto con el ejército y quemar todo lo que quedase detrás, para entorpecer el avance enemigo. Hasta tal punto fue que dejaron todo por la patria. Gauchos sin formación militar, aborígenes que se le unieron y hasta mujeres y niños hicieron su aporte. Y los norteños de las distintas clases sociales reconocen esos actos de amor por la patria que hicieron sus antepasados y honran a los héroes que muchas veces son olvidados por la gran mayoría de los argentinos. Hay que estar orgullosos de ellos y valorar los aportes que hicieron a la patria. Seamos más argentinos y acortemos esa deuda interna que tenemos.
En el sexto día el tiempo nos enloqueció. Arrancamos a las 7 de la mañana con mucho frío en Salta: 3°C. Admito que por lo temprano que era me quedé dormida ni bien la combi estuvo en un camino recto y cuando me desperté la confusión vino a mí. ¿Eso es nieve? ¿En Salta? Mis ojos no podían creer lo que veían, me habían advertido que el clima en el norte era cambiante pero nunca pensé que tanto. El cuarto día fue un día soleado hermoso, el quinto nos sorprendió con el zonda y el sexto con nieve!! Parecía el sur, los cerros nevados, un paisaje que muchos nos envidiarán porque según los guías hace mucho que no ocurría esta situación. El chui como dicen los salteños (frío) se sentía desde el interior del vehículo.
Este pequeño pueblo transmite mucha energía, aunque al estar tan elevado falta oxígeno. (Lo comprobé, tuve que correr ocho cuadras y cuando paré pensé que me moría, mi corazón latía tanto como en la final con Rafaela). Lamentablemente nos llevaron a las corridas, me hubiera encantando seguir caminando por las callecitas angostas de tierra, disfrutando del aire fresco y viendo los cerros con sus variados colores. Un lugar ideal para sacar miles de fotografías.
En la Quebrada de Humahuaca se encuentra el Cerro de siete colores. Temíamos que por la nieve y la niebla que había no pudiéramos apreciar los colores. Con poco para ver porque estaba nublado, me quedé dormida de nuevo en el viaje. De repente un rayo de sol en mi cara me molestó y me despertó. La combi dobló en una curva pronunciada y frente a mis ojos se extendió el cerro con sus increíbles colores amarillo, naranja, verde, rojo, azul, marrón y violeta. Simplemente alucinante.
No te rías de un colla
No te rías de un colla que bajó del cerro, que dejó sus cabras, sus ovejas tiernas, sus habales yertos; no te rías de un colla, si lo ves callado, si lo ves zopenco, si lo ves dormido. No te rías de un colla, si al cruzar la calle lo ves correteando igual que una llama, igual que un guanaco, asustao el runa como asno bien chúcaro, poncho con sombrero, debajo del brazo. No sobres al colla, si un día de sol lo ves abrigado con ropa de lana, transpirando entero; ten presente, amigo, que él vino del cerro, donde hay mucho frío, donde el viento helado rajeteó sus manos y partió su callo. No te rías de un colla, si lo ves comiendo su mote cocido, su carne de avío, allá, en una plaza, sobre una vereda, o cerca del río; menos si lo ves coquiando por su Pachamama. Él bajó del cerro a vender sus cueros, a vender su lana, a comprar azúcar, a llevar su harina; y es tan precavido, que trajo su plata, y hasta su comida, y no te pide nada. No te rías de un colla que está en la frontera pa'l lao de La Quiaca o allá en las alturas del Abra del Zenta; ten presente, amigo, que él será el primero en parar las patas cuando alguien se atreva a violar la Patria. No te burles de un colla, que si vas pa'l cerro, te abrirá las puertas de su triste casa, tomarás su chicha, te dará su poncho, y junto a sus guaguas,comerás un tulpo y a cambio de nada. No te rías de un colla que busca el silencio, que en medio de lajas cultiva sus habas y allá, en las alturas, en donde no hay nada, ¡así sobrevive con su Pachamama!
En el pueblo jujeño pudimos ir a un taller de telar donde las mujeres explicaron cómo se realizan los tapices y las diferencias que hay entre los de lana de vicuña, alpaca, llama o los industriales. También tuvimos el privilegio, por lo menos lo considero así ya que me apasiona las manualidades, de ver cómo realizaban los objetos de arcilla con el torno con una velocidad asombrosa. En dos minutos o menos el joven modelaba con sus manos la arcilla y realizaba tazas, floreros y vasijas.
El 5to día fue de descanso (de excursiones). Nos levantamos lo más tarde que pudimos para no perdernos el desayuno, ese que es tan abundante que tira hasta la cena. La mañana la dedicamos a recorrer la ciudad a pie observando los destrozos que el temporal del día anterior había dejado.
El Cabildo de Salta ha tenido a lo largo del tiempo distintas funciones: Casa de gobierno, cárcel, administrativas, hasta incluso fue vendido a particulares y sus salas fueron convertidos en locales comerciales (Increíble no?). Actualmente, pertenece al Estado y es un museo histórico. En su interior, las vitrinas muestran a los visitantes los primeros objetos de los Incas como vasijas y flechas, junto con carteles informativos.
Por unos instantes simplemente me quedé mirando desde arriba la gente pasar. Una salteña vestida con un poncho colorado y negro, sombrero y folletos en mano ofrecía a los turístas una peña donde cenar. Un hombre de tez oscura vendía frutillas frescas en la calle. Una chica rubia que parecía francesa consultaba un mapa y un artesano con rastas y pulover de llama ordenaba con sus manos rústicas sus objetos en una manta en el piso. Una anciana con muchas arrugas en su rostro y con muletas pedía monedas en la puerta de la Iglesia, mientras que los turistas con cámaras de última tecnología pasaban a su lado ignorándola.
A la mañana aprovechamos el gran desayuno del hotel. Sintiéndonos un poco culpables y teniendo la mañana libre con Laura nos fuimos a caminar por la ciudad, mientras que los hombres descansaban. No me la había imaginado tan bella a esta ciudad. Pero realmente el apodo de Salta la linda, le sienta muy bien. Caminamos por unas calles angostas, mirando para arriba para ver los detalles de los balcones de las casas y sorprendiendome de la falta de semáforos en la ciudad. Su arquitectura hispánica la destaca del resto de las ciudades. Sus casas, calles, monumentos históricos y veredas angostas, conservan el espíritu colonial del momento de su fundación. Los balcones de madera o de hierro en las casas me recordaron a los dibujos de los libros de historia cuando estudiaba en el colegio la Independencia Argentina. “Se viene el zonda”, escuché mientras caminábamos. “¿El qué?”, pensé yo. A los pocos minutos, un viento seco y caliente, lleno de polvo nos invadió. Las ramas de los árboles de las plazas empezaron a caerse y los carteles de los negocios a volarse. Así que nuestro paseo a pie no duró lo que esperábamos.
A la tarde, la combi nos pasó a buscar para hacer el city tour. Como el viento seguía por seguridad tuvimos que hacer la recorrida sin bajarnos demasiado en los lugares más que para sacar una foto. Primero fuimos a la Plaza 9 de Julio (como verán en todos los lugares de Argentina hay una con este nombre). Con más de 80 variedades de árboles y plantas autóctonas, en su centro se encuentra el Monumento al General Juan Antonio Álvarez de Arenales, héroe de la independencia, rodeado por musas que representan a las 14 provincias existentes en la época colonial.
Alejándonos un poco de la plaza principal, se encuentra la Iglesia San Francisco, otro referente de la ciudad. Lo caracterizan su colorido y su campanario y en su interior conserva valiosas obras.
El monumento a Güemes se encuentra en el pie del Cerro San Bernardo. Todos los 16 de junio, se realiza la Guardia bajo las Estrellas, en la cual el pueblo salteño rememora las que fueran las últimas horas del gaucho; y el día siguiente más de 5000 gauchos a caballo le rinden homenaje en el desfile más tradicional de la Provincia.
El tercer día pudimos dormir un poco más porque no teníamos excursiones programadas a la mañana. Igualmente nos levantamos temprano para conocer Cafayate en más profundidad. Un paréntesis merece la mención de los mensajes y llamados del día del amigo (incluso los que me despertaron). A la distancia los tuve presente durante todo el día deseando que algún día podamos disfrutar de estos hermosos paisajes juntos.
La plaza central de Cafayate está rodeada de árboles y bancos donde los turistas disfrutan de unos mates al sol. A pesar de ser invierno, la mañana se presentó con 26 grados de temperatura. A los alrededores de la plaza, se ubican la Iglesia (reconozco que no me gustan por mi ateísmo pero ésta era de carácter sencilla, de madera y con diseños de vitreaux poco ostentosos, lo que atrajo mi agrado); locales donde venden artesanías; una galería de arte con asombrosos tapices de Miguel Nanni (no se podía sacar fotos así que para el que le interesa le dejo la página web: http://www.nortevirtual.com/artesanos/nanni/); restaurantes caros destinados al turismo extranjero y bolichitos humildes con variadas ofertas.
Según el guía, que no puedo recordar el nombre, a lo largo de la Quebrada había figuras en las montañas. Las que expliqué recién efectivamente se correspondían con lo que se veía pero sinceramente éstas que iba relatando me parecían demasiado inventadas. O quizás a mí me faltaba un poco de coca para aumentar mi imaginación o el efecto alucinógeno. El salteño, que se hacía el divertido con las Doritas, mostraba en la montaña figuras como el conejo, el titanic, el fraile, el clavo (según él, el monumento a la suegra), el obelisco, las ventanas, la tortuga (que para mí se parecía más a un conejo), el simio, etc.
Las Doritas, encantadas, festejaban las bromas fáciles del guía y para mí también estaban bajo algún efecto alucinógeno. “Ahí mirá hay un simio y uhh está enojado!! Y mirá ahora que doblamos se transformó en la cara de un indio riendo!” gritaban las señoras. Insoportable. Además no hablaban entre ellas sino que gritaban y uno se tenía que enterar de toda su vida, una decía que al hijo le había comprado un pulover de llama baratísimo y que a la hija unas polainas; la otra que estaba comiendo a reventar y que iba a volver rodando y la otra que el ex marido era un bicho (no me extraña que fuera ex) etc, etc. Encima a una le agarró un ataque de tos enfrente de Laura, que está totalmente paranoica con la gripe A y se pone alcohol en gel cada vez que toca algo. Nos compró a todos frasquitos, obviamente que yo lo llevo a todos lados, de ahí que lo use es otra cosa. Yo mientras maldecía a mi mp3 que se había quedado sin pilas en el medio del camino.
A las 21 horas después de un largo día llegamos al hotel de Salta, uno de los mejores que estuve en mi vida. Cenamos en un restaurante frente a la plaza sin poder recorrer mucho porque ya era muy tarde y al día siguiente teníamos programado un city tour por la ciudad. Al llegar a la habitación, me quedé hasta tarde escribiendo.
A las 7.30 de la mañana del día 2 salimos de la ciudad de Tucumán y por la Ruta 38 fuimos recorriendo la Quebrada de los Sosa y el monumento al Indio hasta llegar a Tafi del Valle. El paisaje que predominaba era la selva yunga, una zona muy húmeda con abundante vegetación y fauna entre los que se encuentran animales como el tapir y serpientes venenosas.
Después de varios kilómetros en la combi escuchando folklore (agradezco haberme acordado de llevarme mi mp3) llegamos a las Ruinas de los Quilmes, considerado uno de los centros indígenas más grandes. En esta antigua fortaleza, se abre paso parte de la historia de este pueblo calchaquí. Los Quilmes fueron uno de los pueblos más guerreros y con la invasión colonial fueron llevados a Buenos Aires a pie donde llegaron menos de 400. En estas fortalezas se encuentran los restos de quienes murieron en la defensa de su territorio y la libertad por lo que para ellos toma el carácter de Ciudad Sagrada. Los legítimos herederos, solicitan la restitución de su patrimonio ancestral que les fue expropiado, utilizado y explotado para fines comerciales sin su propio consentimiento. Por este motivo, los descendientes piden la difusión de esta problemática que los atraviesa y que consideran que no es conocida por gran parte de la sociedad. Esta situación me interesó primero por lo que estudio y además porque tengo una amiga que tiene un programa de radio sobre pueblos originarios llamado La Flecha en Radio Estación Sur 91.7 FM. Así que decidí jugar a la corresponsal y hacerle una entrevista a Judith Agüero, descendiente del pueblo Talapaso de la Comunidad India Quilmes. El audio de Judith contando la historia, las costumbres de sus antepasados y cómo les fueron expropiadas las tierras será transmitido seguramente en el programa. (Al que le interese se lo puedo pasar o avisarle cuando salga)
Al llegar al aeropuerto de Tucumán, un joven de la agencia de viajes La Posada nos fue a buscar en una combi y nos llevó al hotel que estaba ubicado a dos cuadras de la Plaza Independencia, la central en la ciudad. El chico se presentó como Leo y orgullosamente salteño. Tenía los rasgos físicos típicos de su provincia: morocho de cabello y piel, ojos negros y además una gran sonrisa. Amante de Patricio Rey, el guía de 27 años demostró a lo largo de estos primeros días un gran conocimiento del norte argentino y un enorme potencial para transmitir su saber a los turistas. De él tomaré algunos datos históricos o estadísticos para realizar ésta bitácora de viajes que con la ayuda de la tecnología me permite contarles mi recorrido mientras estoy todavía viajando.
Antes de seguir les presento a mis compañeros de viaje: Dardo, mi padre; Laura, la novia y Augusto, su hijo de 13 años. Los otros turistas que nos acompañan en el recorrido son una pareja de Vicente López con una hija y un hijo que rondan los veintipico. También viajan en las excursiones con nosotros una pareja joven compuesta por un colombiano y una francesa que hace tres meses están recorriendo Latinoamérica.
Retomando el recorrido, después de dejar el equipaje en el hotel (excelente), fuimos a la primera excursión programada: la casa del Obispo Colombres que fue el lugar del primer ingenio de azúcar de Tucumán. Allí se observa el proceso de transportación de la caña de azúcar para obtener sus derivados. La industria azucarera fue el motor de la economía tucumana que modeló el paisaje, el trazado de caminos y ferrocarriles. Y en torno a los ingenios, fueron surgiendo los poblados. Pero en los 60 una tercera parte de ese complejo productivo y social fue destruido: la dictadura del Gral. Onganía ordenó el cierre de 11 de los 27 ingenios de la provincia, con la consecuente emigración obligatoria de aproximadamente 20.000 tucumanos.
A la tardecita fuimos al Parque 9 de Julio que es el más grande de la ciudad. Recorrerlo me hizo acordar a un mes atrás cuando en ese paisaje verde nos tiramos a descansar mientras esperábamos la hora del partido. Ahora con más tiempo pude visitarlo mejor, y darme cuenta que era inmenso y pintoresco.
A la hora de la cena, decidimos probar las comidas típicas de Tucumán.Paramos en un bolichito sencillo, decorado con cañas de azúcar y cardones que se llamaba El Portal. Entre los cuatro pedimos las comidas típicas para compartir. Las empanadas tucumanas son mejor conocidas como piernas abiertas ya que su relleno tiene mucha salsa que chorrea. Son muy sabrosas por la gran cantidad de condimentos que tienen: pimienta blanca, comino, pimentón y ají molido. Los tamales y la humita son parecidos ya que ambos están envueltos en hojas de chalas. Mientras que los primeros están hechos a base de harina de maíz y el relleno de las empanadas de carne, la humita consiste en una pasta de masa a base de maíz, choclos criollos amarillos, zapallo, queso mantecoso, cebolla y condimentos. El locro es otra de las comidas típicas del norte, ideal para el invierno.