domingo, 16 de octubre de 2011


Todos los días de verano la misma rutina. Él salía de su casa, sacaba la basura a la vereda y me miraba fijo. Yo caminaba por la cuadra de enfrente y con una leve inclinación de mi cabeza lo saludaba tímidamente sin obtener respuesta. Su boina gris y sus manos curtidas me recordaban con nostalgia a mi abuelo paterno. Nunca supe su nombre. Muchos menos oí su voz.